Cada paso religioso tiene su luz. La noche de la traición, frente a la luz de la Resurrección. El rojo de la sangre de la crucifixión, pero también del gozo y la alegría.
Tener la oportunidad de participar en la iluminación de monumentos como la Sagrada Familia es un privilegio y también una enorme responsabilidad. Oir los elogios de los visitantes supone siempre la mejor recompensa, pero nos llena igualmente la cara de felicidad del párroco de pueblo al ver iluminada su parroquia.